-Al fin te tengo diablillo rojo! Dijo feliz Juan, que regresaba con su trampero y la presa que había buscado por campos y montes. La nochecita olía a espinillos.
De repente sintió que algo iba oscuro y lento cerca de él. Un cazador de chanchos?
-Quién anda ahí?-dijo Soy Juan el nieto de Irigoitía!- pero solo oyó el roce pesado de aquello en medio del chircal.
Juan pensó en abuelo Ignacio para ahuyentar el temor.Al avanzar vio dos misteriosos puntitos de luz. No podía creer que aquel bicho estuviera ante sus ojos...sería el tatú gigante del cuento del abuelo?
Lo vio alejarse pesado y silencioso bajo su poderosa caparazón. De pronto se agolparon en su cabeza un enjambre de sentimientos. Juan miró el trampero, abrió la puertita de alambre y dejó ir al cautivo. Desde entonces volvía a aquel monte cada noviembre. Asi al menos lo cuentan hoy los nietos de Juan que van al campo a ver la cueva secreta del Gliptodonte donde anidan los churrinches viajeros del Pantanal.
diciembre 2012